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viernes, 27 de febrero de 2015

Platon y Criton

El Critón es uno de los escritos de la primera época de Platón. Pertenece, pues, a
esos escritos llamados “socráticos”, “eléncticos” o “aporéticos”, que hacen referencia a
algunas de las características principales que los definen como grupo: “socráticos”,
porque reflejarían más fielmente el pensamiento del maestro; “eléncticos”, por su
estructura como refutación de un adversario a través de un ágil interrogatorio; y
“aporéticos”, por acabar todos en un callejón sin salida, en un razonamiento con una
única solución.
Temáticamente, el Critón se encuentra muy próximo a la Apología, no obstante,
no se puede deducir por ello que su redacción sea casi simultánea. Según María Rico
Gómez1 , estaría compuesto hacia el año 396 a. C., después del viaje que realizó Platón
por Egipto.
Diversas son las consideraciones acerca del valor filosófico del Critón:
· Para J. L. Calvo2, el único valor que tienen tanto la Apología como el Critón es la
reivindicación de la figura de Sócrates, y son dialógicos sólo secundariamente y
por estricta necesidad estilística.
· Para M. Rico3 y W. Jaeger4 se trata de un diálogo con ideas predominantemente
políticas, fundamentadas en el hecho de que la forma estatal del período
ateniense más ilustre, la llamada “Atenas de Pericles”, estaba sucumbiendo ante
nuevos sistemas políticos.
· Para C. García Gual, E. Lledó y J. Calonge5, el discurso no trata de buscar una
definición general de un concepto ni de rechazar un razonamiento por defecto
en la argumentación, sino de adoptar una posición definitiva. Lo único
importante es la decisión que al fin se va a tomar, intentando salvar la vida de
Sócrates. Por ello, se trata de un escrito que no se parece en nada al resto de
diálogos.
Por nuestra parte, consideramos que el Critón emplea una serie de elementos
claramente interrelacionados que dan forma a un doble planteamiento filosóficopolítico de fondo: por una parte, la coherencia en el ejercicio de la virtud a lo largo de
toda la vida, que no se puede contradecir ni siquiera si supone la muerte; y por otra
parte, e inmerso dentro de los acontecimientos políticos y sociales del momento, el
ideal político y ético de que lo justo es obedecer las leyes de la ciudad.

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